Deja de Correr

¿Has escuchado el concepto “sistema de defensa”? Básicamente son comportamientos, reacciones o actitudes que tomamos instantáneamente cuando nuestro cerebro percibe que estamos en peligro. Generalmente, este peligro es algo emocional, ideológico o de nuestra propia persona. Como por ejemplo: Cuando alguien te confronta con algo que tú no hiciste. Tu sistema de defensa puede ser ponerte a la defensiva y reaccionar de forma violenta o que a partir de ese momento evitas a la persona y cortas toda comunicación, etc. 

Pensando en esto, me doy cuenta que tengo más sistemas de defensa de los que estoy dispuesta a admitir, pero lo que realmente me quedo pensando es: ¿cuántas heridas son las que siguen sin sanar para tantas reacciones que protegen mi corazón? Al igual que yo, pienso que muchas personas están en el mismo punto que yo, haciéndole frente a heridas viejas, no por nuestra propia voluntad, sino por el momento en el que estamos, el lugar y tal vez la etapa de la vida en que nos encontramos. Como humanidad, estamos atravesando un momento de transición, que es lento, pesado y hasta abrumador; tal vez sigues buscando un trabajo, o el que tienes ya te aburrió o es demasiado quedarse a trabajar desde casa, tal vez las cosas en casa son cada vez más tensas o el proyecto que pensabas empezar tiene retrasos que no sabes hasta cuando se podrán resolver. 

Todas esas cosas se pueden estar conjugando para sacar “lo peor de ti” pero ¿es realmente lo peor que te puede estar pasando? Creo que no. Al contrario, creo que Dios nos regaló este tiempo para procesar, sanar y encarar cosas que de otra manera nunca lo hubiéramos hecho. Su palabra dice: “Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos.” Romanos 8:28 NTV Y aunque a nuestro parecer esto no se parezca nada a cooperar para nuestro bien, Papá sabe qué es lo mejor para nosotros. 

Así que mis palabras para ti hoy son: No tires la toalla, deja de huir de ti mismo, de tus tinieblas y de las cosas que no puedes resolver, no temas al fracaso ni te refugies en el placer, la postergación o la pasividad. Toma acción, encara a Dios así como Jacob lo hizo y muchos otros que fueron transformados cuando permitieron que Dios tocara las partes sensibles de su ser. De otra manera, podrás seguir viviendo, pero no experimentarás la plenitud de la verdad para tu vida, esa que libera y te hace responsable de tus acciones, motivaciones, actitudes, pensamientos y deseos. Deshazte de las máscaras llamados “mecanismos de defensa” y atrévete a conocer a tu verdadero yo, ese que puede vivir en completa libertad.

Previous
Previous

Stop Running Away

Next
Next

We’re Not in Kansas Anymore